El problema de la nutrición, la mala alimentación, obesidad y trastornos alimentarios, es motivo de intervención concurrente por parte tanto de las Autoridades Sanitarias locales como de los Organismos Internacionales, en particular a lo que hace a las Enfermedades no Transmisibles, y en la imperiosa necesidad de hacer cambios en los hábitos y cambios en sus estilos de vida; siendo comprensivo de la alimentación y la actividad física, principalmente.
Sin embargo, y a los fines de establecer e implementar estrategias en materia de promoción de hábitos saludables y desarrollo de estrategias en materia de promoción de hábitos saludables y desarrollo de Programas y Estrategias de Prevención de Enfermedades no transmisibles a cargo de las distintas autoridades sanitarias jurisdiccionales, para que no se transformen dichas acciones en cuestiones meramente programáticas y cuya ejecución y sustentabilidad perdure en el tiempo como política pública sanitaria del Estado.
La buena salud, y el estar saludable empieza con una buena alimentación, con una buena nutrición. Sin un debido acceso a los alimentos saludables, las personas no pueden hacer cambios positivos en sus estilos de vida.
Esta accesibilidad no solamente se limita a la posibilidad de comprar los alimentos y tener una dieta balanceada conforme los requerimientos nutricionales propios de cada grupo etario, sexo o género; sino también en la realidad Tampoco pueden transmitir conocimiento sobre dietas y comportamientos saludables a sus hijos y familiares. Sabemos que la salud comienza con una buena nutrición y que las oportunidades nutricionales y el impacto de una buena dieta son factores importantes para prevenir enfermedades crónicas y desmantelar viejos hábitos a través de generaciones.
Por esa razón, aplaudimos al Ministerio de Salud por la implementación de la Estrategia Nacional de Prevención de Enfermedades No Transmisibles como mecanismo para enfrentar los problemas de salud que nos afectan como país. Creemos firmemente que la salud pública mejoraría en la medida en que a la población se le entregue información clara y veraz sobre los productos que consumen, especialmente los alimentos.
En ese sentido, tenemos que analizar detenidamente la cartera completa de opciones y evaluar dónde podemos ser más impactantes. Y para comenzar, lo primero es desengavetar el expediente de etiquetado y convocar a las empresas fabricantes e importadoras para modernizar nuestro sistema de etiquetado. Ese diálogo merece dedicar unos minutos a delinear algunas de las ideas elaboradas por la Organización Mundial de Salud, la Organización Panamericana de Salud y el Codex Alimentario.
Estos esfuerzos consisten en hacer que las etiquetas de los alimentos informen no solo sobre las cantidades de sal, azúcar y grasas hidrogenadas que contienen, sino también el país de origen y si son o no genéticamente modificados. Los fabricantes de alimentos deben entender que la mejor estrategia de mercadeo es la transparencia, considerando que los aspectos de salud y nutrición de las etiquetas son el mejor mecanismo para promover la competencia en un mercado concurrido como es el de alimentos. El Ministerio de Salud, Acodeco y Aupsa deben modernizar el sistema de etiquetado y adecuar el actual enfoque para hacer que la función de fiscalización cumpla con las expectativas de los consumidores y garantice una efectiva implementación de la Estrategia Nacional de Prevención de Enfermedades No Transmisibles.
Claro está que la información nutricional en las etiquetas debe estar respaldada por evidencia científica. Por ejemplo, la relación entre el consumo de ciertos aceites y la reducción del riesgo de enfermedades coronarias ha sido validada y comprobada por muchas investigaciones, y los consumidores puedan confiar que un alimento a base de aceite de oliva promueve hábitos saludables. No obstante, el término ‘saludable' tiene que ir más allá de una mera lista de nutrientes y ser utilizado responsablemente para promover patrones dietéticos o grupos específicos de alimentos, como cereales enteros, lácteos bajos en grasa, aceites esenciales y frutas frescas. La idea es que la palabra ‘saludable' contribuya a que el consumidor puede tomar mejores decisiones.
Una encuesta reciente del International Food Information Council
(https://www.foodinsight.org/2018-food-and-health-survey) encontró que casi el 60 % de los consumidores define un estilo de alimentación saludable como la combinación correcta de diferentes grupos de alimentos. De allí que la disponibilidad de información sobre nutrientes, tanto los que debemos limitar, llámese azúcares agregados y sodio, y los que debemos consumir más, llámese vegetales, frutas y granos, sigue siendo un aspecto central de nuestro papel y nuestra estrategia nutricional.
Sabemos que la gente cada día come más que nunca. Pero en muchos casos, aún no llegan a consumir suficientes nutrientes para lograr una dieta balanceada. Hay que tomar en cuenta estas consideraciones a medida que reglamentamos la palabra ‘saludable', para que sea en base a criterios de nutrición y consideraciones alimentarias más actualizadas que las que se utilizan actualmente en su definición. También hay que ayudar a los consumidores para que la palabra ‘saludable' resalte en la etiqueta y pueda leerse más fácilmente. Hemos debatido anteriormente si debería existir un ícono o símbolo estándar para la palabra ‘saludable' que todos podamos entender.
El camino hacia una mejor alimentación inicia con un mayor conocimiento sobre nutrición. Y para que esto se traduzca en beneficios palpables para todo el país, hay que informarlo en las etiquetas. ¡No hay otra!
Fuente: www.foodinsight.org